El ingreso de parejas y amantes, a cualquier hora del día, obligó además a reforzar la seguridad alrededor del campo santo de Sahagún. El obispo de Montería hace un llamado a respetar estos lugares.
Los vecinos del cementerio central de Sahagún, Córdoba, están plenamente convencidos de que los muertos no hablan y, mucho menos, se aparecen.
Fue esa certeza la que originó la curiosidad de saber qué era lo que pasaba al interior del campo santo más grande que tiene la localidad de la subregión Sabana, que ocupa una manzana completa: 8 mil metros cuadrados, aproximadamente.
La explicación de los gritos y voces, que no eran de ‘ultratumba’, no estuvo tan esquiva, porque con solo una inspección nocturna se corroboraron los rumores del pueblo: el cementerio estaba siendo utilizado por parejas, incluso del mismo sexo, que se ‘desbordaban’ en amor sobre las bóvedas, los rincones más apartados y hasta en las bancas del sendero que conduce a la capilla.
Para algunos pobladores el problema llevaba varios años, y no solo lo agravó la decisión de amarse en el sitio sagrado, sino también el ingreso de consumidores de drogas psicoactivas y de amigos de lo ajeno que desprendían y robaban las lápidas valiosas y las rejas en hierro y aluminio de los sepulcros más ‘lujosos’.
“Sorprendí a muchas parejas colegialas que a la salida de la jornada se metían a irrespetar nuestro cementerio, en ocasiones llamé a la Policía, algunos casos fueron atendidos, otros no, era impresionante y vergonzoso todo lo que sucedía allí”, cuenta Venancio Domínguez, el vecino más inmediato del lugar, mientras trabaja en su taller de mecánica frente a la puerta de acceso.
Los momentos preferidos por las afanadas parejas eran el mediodía y después de 8 de la noche, cuando empezaban a escucharse expresiones que no salían precisamente de las tumbas, según cuenta Venancio.
“Ese cuento de que el muerto sale es totalmente falso, ahí vi entrar con sus novios a niñas con el uniforme de varias instituciones, a prima noche, la juventud indisciplinada se ha olvidado de los principios y valores de casa. Los vecinos quisimos controlar ese abuso sin agresión pero fue imposible, ahora gracias a la iglesia el cementerio es seguro, tanto como una cárcel”, sostiene el mecánico.
Se refiere Venancio a la obra de ampliación del muro, que en algunos sectores del cementerio fue levantado hasta en dos metros de altura, además del encerramiento con alambre navaja tipo centinela, liderazgo que asumió la parroquia San Juan con ayuda de la comunidad. Muchos en Sahagún dicen que ahora el cementerio central parece un penal de máxima seguridad, pero al mismo tiempo reconocen que era necesario hacerlo.
El obispo de la Diócesis de Montería, monseñor Ramón Alberto Rolón, después de resaltar el trabajo comunitario y de sinergia con la iglesia para mejorar las condiciones del sitio, recalcó que los cementerios son lugares de paz y deben entenderse como un territorio sagrado “donde entregamos la última voluntad de Dios”.
“Son parajes donde esperamos la resurrección del hombre, donde le debemos dar el valor al pasado, al presente y al futuro. El llamado a la comunidad cristiana y en general es a cuidar los cementerios que son de todos y para todos, la invitación es a respetar la memoria de nuestros antepasados, la fe de nuestra iglesia y la memoria de las personas cuyos despojos se encuentran depositados allí”, sostuvo el máximo jerarca de la iglesia católica en Córdoba.
Ignoraban los llamados de atención
El sitio más preferido por las parejas que ingresaban al cementerio central de Sahagún era la enorme bóveda de una prestante familia, ubicada en el bloque tres, de un total de 31 que tiene el extenso campo santo.
“Aquí en este mismo sitio sorprendía a un promedio diario de tres parejas, quizás porque es uno de los lugares más frescos y escondidos. Algunos ignoraban que yo llegaba en medio de la ronda que debo hacer. Me los ‘pillaba’ a cualquier hora del día, ya no respetaban”, explica Guillermo Blu, trabajador del cementerio.
Él ingresa al sitio varias veces por las noches porque se lo exige su oficio, y desde que pisaba en la puerta escuchaba las voces y lamentos que no lo asustaban. Sabía de qué se trataba y siempre quiso que una autoridad se interesara por detener el irrespeto.
Ante la reacción relajada de los ‘sorprendidos’ amantes, bajo el sol o la luna, a Guillermo no le tocaba otra cosa que dar la espalda y retirarse.
¿Cambiaron de sitio?
Versiones callejeras en Sahagún aseguran que ahora los ‘enamorados’ sin sitio para expresar sus deseos cambiaron de lugar y se fueron al cementerio Nuestra Señora del Carmen, ubicado en el barrio los Laureles, cerca de la salida hacia Chinú.
Jorge Eliécer Polo, miembro de la junta administradora de ese campo santo, lo desmiente y afirma que aunque no ingresan parejas, sí han existido casos de robos. Eso fue lo que originó que diez propietarios de bóvedas se organizaran como junta administradora para cuidar del lugar.
“No hemos encontrado parejas teniendo sexo, pero sí a muchas personas consumiendo sustancias alucinógenas o haciendo necesidades fisiológicas. De todas formas nuestro objetivo también es levantar la pared para evitar ese tipo de actos y tener más seguridad”, sostiene Polo.
Por ahora los vecinos del cementero central esperan que los amantes hayan optado por espacios más íntimos, sin rayar en el irrespeto, y que el campo santo que muchos confunden con una prisión recupere la imagen de respeto, donde, según la creencia cristiana, duermen los muertos de Sahagún hasta el día de la resurrección.
Cortesía: El Heraldo