Hoy se cumplen 14 años sin la presencia física del considerado creador del movimiento folclórico Nueva Ola, Kaleth Miguel Morales Troya quien murió en un trágico accidente un 24 de agosto de 2015 en inmediaciones de Plato, departamento del Magdalena.
La huella del cantor sigue imborrable, sus canciones permanecen algunas en el imaginario colectivo y en el aposento sentimental de la generación que bailó y disfrutó de su inspiración e interpretación.
Su despedida fúnebre quedó empotrada en la historia reciente de Valledupar, Kaleth fue un icono que sembró el querer en su fanaticada, el colectivo del dolor fue inocultable en el acompañamiento a su última morada, los acordeones ‘arrugaron’ las almas de los asistentes, los que derramaron lágrimas al compás de las canciones que en sus pocos años impuso este artista.
Catorce años después el tiempo parece haberse detenido y en la retina de la fanaticada adolorida parece haberse congelado la imagen de la más larga calle de honor en la historia de los cortejos luctuosos del país, un periplo que arrancó en Cartagena desde el mismo hospital Boca Grande donde falleció, hasta Valledupar, pasando por innumerables poblaciones cuyos habitantes se volcaron a la vía a cantar, llorar y gritar en una hibridación sentimental que hacía confundir el dolor con la manifestación de una histeria colectiva.
El cadáver arribó a Valledupar un día después, el jueves del 25 de agosto de 2005, el cielo del valle había llorado el día anterior al conocerse el accidente, como desahogando el dolor de un pueblo que se negaba a aceptar la noticia fatal que rodeaba la muerte del Rey de la Nueva Ola.
En su familia el dolor no da tregua, en cada rincón de ese hogar se transpira el aroma del hijo que aún conserva intacto su cuarto, las lágrimas de sus padres, especialmente de Nevis, su mamá asoman con cada palabra que evoque su recuerdo, sin que el pesar pueda cicatrizar, y por el contrario en estas fechas especiales, le reabre un tormento de vigencia perenne.
CATORCE AÑOS SIN SU CANTO
Han pasado 14 años y en el corazón de Nevis no hay espacio para la alegría, el recuerdo de Kaleth Morales Troya, su hijo, se respira en cada rincón de su casa, esa residencia de la que tuvo que sacar casi todas las pertenencias de su retoño preferido, para que las evocaciones no sigan exaltando la tristeza de una familia que lleva un luto perenne.
La progenitora del cantor dice que lo sigue extrañando como el primer día, y aunque trate de reír y compartir con la familia como un paliativo de apoyo, la fortaleza a veces flaquea y ese tiempo del que dicen borra todo, en ella causa efecto contrario y cree, por el contrario que, cada vez se aviva el deseo utópico de sentirlo y abrazarlo, pero que es conscientes que la realidad es otra.
Con el ánimo de buscar un alivio al alma lacerada, la madre expresó que se quedó con poca de su ropa, la gran mayoría la regaló a familiares cercanos, fanáticos y amigos, conserva si, los implementos de médico, las fotografías y videos, esos si los tiene casi todos, al igual que las fotografías, en las que se apoya para hablarle y besarlo así como lo hacía en vida, pues pese al celo de sus hermanos, siempre lo consideró su hijo predilecto, y aún lo siente, así reitera.
Mientras esta fecha revive la nostalgia, las canciones de Kaleth comienzan a sentir el inexorable paso del tiempo, y muchas han sido mediáticamente remplazadas por otros actores musicales que llegaron a cubrir espacios en el mundillo del folclor, mientras que sus hermanos Keiner y Kaner se amarran a ese estilo como abanderados de una herencia que no quieren dejar morir, para que el perfil de su hermano se ancle por siempre en la mente de sus seguidores.
POR: WILLIAM ROSADO RINCONES