El juez segundo penal municipal de Montería condenó a 17 meses y 9 días de prisión e inhabilitó, en un fallo de primera instancia, a un falso cirujano plástico que adelantó varias intervenciones en Montería, causando lesiones a sus pacientes.
Se trata del médico general Ramiro Alberto Pestana Tirado, quien fue sindicado del delito de lesiones personales, luego de la denuncia de Diana Cordero Moreno, una de las pacientes que se sometió a una cirugía estética y quedó con graves lesiones que estuvieron a punto de costarle la vida.
Otras mujeres se sumaron a la denuncia de Cordero, luego de haberse practicado lipectomias (cirugía de abdomen) y quedar con cicatrices. Ahora un nutrido grupo está exigiendo indemnizaciones económicas por las lesiones causadas por el médico que se hacía pasar por cirujano estético, sin haber cursado estudios para ello.
La audiencia de imputación de cargos se llevó a cabo en el Palacio de Justicia de Montería. Sin embargo, el medico no acudió a la diligencia en la cual se impuso la condena. Su abogado confirmó que en los próximos cinco días apelará la decisión del juez, ante un superior jerárquico.
A Pestana Tirado también lo suspendieron para ejercer la medicina durante 64 meses y 15 días, fallo que fue bien recibido por Cordero Moreno, quien señaló que esa lucha no ha sido solamente suya, sino de todas las víctimas de este médico. “Unas hemos denunciado y varias han callado; inclusive, algunas que habían pagado sus cirugías desistieron de operarse tras observar las denuncias en medios y redes sociales”, reiteró.
Ella aseguró que tuvo que superar varias crisis cuando su abdomen quedó deformado por una liposucción y una abdominoplastia que le hizo Pestana y que pese a la lentitud de la justicia, sentó un precedente para las personas que se sometan a un procedimiento estético.
Explicó que luego de la cirugía, la herida que tenía en el abdomen se le infectó y por ello tuvo que someterse a cuatro intervenciones para remover el tejido podrido, lo que le implicó una incapacidad de nueve meses, tiempo en el cual tuvo que permanecer en su casa tomando antibióticos y aplicándose tres cremas especiales.
También contó que se le cayeron los dientes, se le dañó el pelo, se desmayaba, la tenían que inyectar en el cuello porque sus brazos ya no resistían una inyección más, pero lo más grave de todo, según afirmó, es que el médico nunca le respondió por lo que le había ocurrido, razón por la que empezó la batalla jurídica.
El Universal