El agua podría provocar una enorme catástrofe, aún mayor que el fuego, en el incendio de Notre Dame de París. La catedral de León en España, que ardió en 1966, se salvó precisamente porque se evitó verter agua sobre la piedra, explica Javier Ribera Blanco, catedrático de Historia y Restauración Arquitectónica y subdirector del Instituto de Patrimonio Cultural.
Según el historiador, es preferible dejar arder la madera y la pizarra de Notre Dame que rociar los nervios con agua, porque la piedra absorbe la humedad, aumenta el peso y podría desplomarse todo el conjunto. “En León pasó lo mismo hace cincuenta años. El cantero dio la voz de alarma, se evitó mojar la piedra y la catedral se salvó”, explica este lunes.